Hace muchos años, en un bosque, vivía un duende muy envidioso.
Un día, llegó a ese lugar un lindo caracol y dijo: “¡Ohhh…! ¡Buenos días, señor! ¿Me podría dar un poco de agua? No he bebido ni comido nada en varias semanas”. El duende le respondió: “¿Qué me has dado tú? ¡Vete de aquí!”.
Después de varios días, llegó un gran ratón de la pradera y dijo: “Hola, señor. Estoy buscando semillas para mi gran jardín en la pradera. ¿Me podría dar algunas de su cosecha?”. El duende le respondió: “¿Y por qué? ¿Qué has hecho tú por mí?”.
Después de unos minutos, apareció la madre naturaleza y le dijo: “Como ya sabes, te creé para ser amable, no para comportarte como un ogro”. Y con un toque de magia, lo hizo alegre.