Hace muchos años, en un bosque, vivía un duende muy envidioso.
Un día, llegó a ese lugar un lindo caracol y dijo: “¡Ohhh…! ¡Buenos días, señor! ¿Me podría dar un poco de agua? No he bebido ni comido nada en varias semanas”. El duende le respondió: “¿Qué me has dado tú? ¡Vete de aquí!”.